Puedes ganar esta magnífica pintura por un euro en la porra de este mes de febrero. Para hablar de esta obra lo mejor des dejar que lo explique su autora.
Una estampa familiar: cogemos una planta, la colocamos en un
tiesto, y la ponemos dentro de una casa que tiene el bosque al lado. ¿Por qué
lo hacemos? No sabemos muy bien si es por afán de poseer, o de coleccionar, o
si se trata de una especie de exorcismo hacia cuanto nos rodea, incapaces de
disfrutarlo si no es envasándolo a trozos dentro de un habitáculo que nos
fabricamos a la medida de nuestros miedos. Lo cierto es que, aunque no nos
demos cuenta, estamos continuamente domesticando. Domesticamos paisajes y
animales, pero también ideas y sentimientos. Domesticamos lo que se ve, y lo
que no se ve. Lo que se toca, y lo que no.
La evolución del hombre lleva pareja una constante y
progresiva domesticación de todo lo que está a su alcance. De cazador-recolector
pasa a ser ganadero-agricultor. Es agrimensor; mide, pesa, delimita, va
modificando su entrono y estructurando su mente. Domestica el espacio,
ignorando con frecuencia la naturaleza. Se crea un mundo, un bastión de defensa
frente al caso. Busca una referencia, otra… dibuja un línea, muchas líneas,
racionaliza, restringe, controla (o lo intenta), reinventa el binomio
dentro-fuera… y una vez creado el artificio (una estructura que quiere
considerar más sólida que la propia naturaleza) comienza a amueblarlo: cada
cosa que entra por la puerta tiene que adaptarse a lo que el hombre es. Cada
elemento nuevo que llega tiene que encajar bien en su lugar, para que no se
tambalee y se desplome lo que ya estaba dentro. El caos se ordena. El todo se
constriñe. La domesticación (el discurso) continúa.
Aunque en muchos casos pueda resultar paradójico, cada obra
plástica es, en sí misma, una domesticación de percepciones, ideas y
razonamientos. Un ejercicio de medida y un intento de orden. Una adaptación y
una limitación. Una restricción de formas y colores, de sólidos y huecos, de
evocaciones y deseos. Crear (en un sentido artístico) también es, pues,
domesticar.
Lourdes Gómez